Variedades en Plaza Mayor
Imagen de Ainhoa Delgado |
Llega el viernes de mañana y las alumnas de 1º ASCyT del IES Emilio Ferrari nos disponemos a
pasar varias horas disfrutando de los diferentes espectáculos que
anuncia el programa. Al mediodía, "Lee Hayes", de Países
Bajos; a las 12:30, "Frères Troubouch", desde Bélgica;
para finalizar, a las 13:30, "Pasvupaspris", de Francia. No
conocíamos a ninguno y no teníamos grandes expectativas, aunque las sinopsis prometen diversión y
sorpresas.
Bueno, la primera sorpresa es que, en contra de lo
que esperábamos, el aforo no se llena a primera hora más que hasta
la mitad, a pesar de que hay gradas y este año los asientos son
cómodos. Ha amenazado lluvia, pero el sol pica desde detrás de las
nubes, aunque la mayoría hemos venido desprotegidos, y solo dos o
tres paraguas y varias viseras aparecen junto a los improvisados
gorros de papel para detener sus rayos. Se nota que los institutos y
otras entidades no han querido renunciar a sus salidas programadas, y
van entrando en grupos por ambas puertas, donde los reciben dos
personas de la organización (Delta Producciones) en cada una,
mientras un miembro de seguridad controla el acceso. Las jóvenes de
la organización indican amablemente el lugar especial destinado a
dejar los carritos y las sillas de los más pequeños a quien viene
en familia.
Aún está entrando gente cuando el espectáculo
comienza, en varios idiomas y mal castellano, pero se entiende y el
maestro de ceremonias aprovecha la circunstancia para bromear desde
su micro inalámbrico. A estas alturas ya hay dos tercios de las
gradas ocupadas. Los niños de las primeras filas ríen con los
malabares y equilibrios del artista, que hace un verdadero elogio del
whiski -incluyendo entre los voluntarios del espectáculo a una
pequeña, lo que ya no me hace tanta gracia-, en un escenario austero
sobre fondo negro, por donde deambula un monociclo y una maleta. Pero
es entretenido, incluso cuando el sonido falla -los técnicos no
logran restablecer la conexión entre el móvil del artista y los
ocho potentes bafles repartidos en dos torres- y el artista
improvisa. Nos da un pequeño susto al final, cuando a la caida
preparada del monociclo se suma la rotura en mil fragmentos de una de
las botellas de whisky. Pero no pasa nada y el espectáculo continúa.
El mismo Lee Hayes nos presenta el siguiente
número, pidiendo cinco minutos para prepararlo.
En este interludio se marchan algunas personas,
pero la mayoría permanece en sus sitios, y más gente se va sumando.
Aunque no llega a llenarse, varias decenas de personas no acceden al
recinto y al parecer prefieren mirar desde el exterior. Como en otras
ocasiones durante el TAC, los “indignados” reparten folletos
sobre la performance que organizan el sábado por la mañana.
Imagen de Ainhoa Delgado |
El primer gag consiste en destruir y quemar unas
sillas, lo que aumenta el calor, sobre todo en las primeras filas, y
lleva de vez en cuando humo y cenizas al público. Al cuarto de hora
empieza a irse la gente; los que entran no compensan los que salen. A
partir de ahí, danza, circo, música, canciones, equilibrios -alguno
muy original- en monociclos y bicicleta, y mucha violencia programada
con reconciliaciones porque era como las peleas que tenia con mi hermana/o que al final o lo paraban mis padres o nos entraba la risa porque la disputa llegaba un momento que era absurda. Es un número interesante, muy variado, bien
enlazado con multitud de cortes de sonido que controlan los mismos
artistas, y todo a pesar de que las palomas hacen de las suyas y
manchan varias cabezas de los espectadores.
La mayoría del público se va en los cinco
minutos musicales que separan la actuación de la siguiente,
"Pasvupaspris", de Les Moldavians. Se
lo perdieron. Antes de
empezar intentan reorganizar al público para que se acerque al
escenario, con poco éxito. Aún llega una clase de instituto, con
mucho retraso.
Finalmente, el
nuevo decorado va tomando forma, aunque los recursos técnicos no
cambian. Con una escenografía
"de la antigua URSS",
matrioskas incluidas,
figurando como si fuera
Moldava -sus orígenes están allí, e hicieron toda una narración
muda, con dibujos, de su periplo vital-, han
realizado el que, a mi
entender, ha sido
el mejor espectáculo de la mañana.
Bajo un sol
radiante a esas horas, y protegida mi cabeza por una camiseta que
llevo
de repuesto, contemplo
y aplaudo toda
una serie de números circenses difíciles, originales y muy
divertidos -aunque machistas a la hora de elegir voluntarias-,
amenizados con vodka, al que invitan a parte del público. Un
verdadero derroche de fuerza, equilibrio, diversión y habilidad que
el público agradece con risas y aplausos.
Ha
sido una mañana larga y divertida, en contra de lo que esperábamos pero al salir se nota el
cansancio y los efectos del calor -acabé con los hombros quemados debido a que no llevaba ningún tipo de protección- en los artistas y en los miembros
de la organización. Y mis compañeras y yo, con apenas un bocata o
un poco de fruta, nos dirigimos a clase.
Imagen J.M / Mismo espectáculo por la tarde
Texto: Ainhoa, Sergio y José Manuel.
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