Mascota

Imagen: Ana I. A. Casero

Durante el primer mes de curso un objetivo ha marcado los recreos de toda la clase de 1º de ASCT, la cual cotidianamente se desplazaba cual tribu nómada hacia el lugar donde le esperaba su inocente presa. Al fondo de la clase, en un lugar estratégico, un cartel fijaba la atención de las ávidas exploradoras y exploradores, de modo que nadie pudiera olvidar que ya faltaba menos, que las redes se cernían sobre el animal día a día, que el esfuerzo colectivo pronto haría posible cumplir el designio que la jefa se había fijado y que el resto seguíamos con fidelidad inalterable.
Cada tarde a las seis, los Pobladores de la Clase nos desplazábamos hacia el Gran Mercado Del Lugar para mercadear; a cambio de unos metales y unos papelejos, recibíamos alimentos cargados de nutrientes, pero sobre todo adquiríamos un trocito de papel más pequeño, que constituía nuestro verdadero objetivo. Cuatro veces veinte de esos diminutos papelitos autoadhesivos, y seríamos poseedoras y poseedores de Berni, animal al que pretendíamos convertir en nuestro sagradoTótem, divino ser que nos protegiera de las meigas que hechizan a la clase estudiantil durante los exámenes, y nos otorgara las bendiciones de la tranquilidad y la memoria infalible.
¿Qué no haríamos para conseguir a Berni? Nuestros más avezados pensadores urdieron toda una serie de estrategias que desarrollaron mediante tácticas certeras. Demasiado lento para nuestras ansias. "Paso a paso", nos repetíamos interiormente para acallar las dudas, pero siempre la incertidumbre nos asaltaba cuando abandonábamos el Gran Mercado del Lugar y retornábamos a las sombrías estancias de las clases.
Mas finalmente, tras ímprobos esfuerzos, fueron los propios indígenas los que nos dieron la clave. ¡Oh, Delegado de Clase, que todo lo prevés! Pequeños retoños del lugar, que nos habían observado desde su curiosidad y su oportuno don para el intercambio, fueron contactados por ti y todo se precipitó para bien. Papelitos, muchos papelitos nos fueron dados a cambio de una cantidad de tazos dos veces equivalente.
Sí, lo conseguimos. La jefa, visiblemente emocionada, pegaba los papelitos uno a uno, mientras el resto observaba extasiado el rito que nos haría merecedores de la anhelada dádiva.
La emoción nos embargó mientras Berni nos era entregado. Danzas, gritos, júbilo exaltado recibió a nuestro protector; los Pobladores de la Clase configuramos un Aúreo Sendero a la salida del Gran Mercado del Lugar para recibir al Delegado de Clase, que portaba con orgullo merecido la nueva adquisición. Éramos uno más, y en nuestros corazones un proceso había culminado con éxito, augurando perspectivas favorables para el resto del curso.

Imagen: Cynthia Rodríguez
Aún nadie ha aclarado las exactas circunstancias que llevaron a la desaparición de Berni aquella misma noche en la confusión de la madrugada.

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